Querida Celia, amada mía Estoy sentado en una piedra, al lado del arroyo, en las serranías, tengo el cuaderno en el muslo, el murmullo del agua que pasea y adentro de la cabeza todas memorias brasileras. De esa relación efímera entablada en una isla cual si fuese adolescencia; como en una poesía en la que el autor delira encontrarse una mina que le provoque la alegría de transitar por la vida en evolución continua. Estoy añorando tu presencia, aun siendo yo quien migra para ensillarte como una yegua a esa ciudad máxima en la que hoy te encuentras, a una gran distancia y, asimismo, acá muy cerca, detrás de la barba, detrás de las tetillas puesto que siento en el alma una esperanza desmedida. He bailado tu samba y eso ya no se me quita; has probado de mis ganas, danzáis la musiquilla que es también el dar tarasca de la manera erótica. Me promete la paz todo futuro que te incluya. Voy a conocer de vos más, ojalá que quizás sea quien calme tus angustias. Ya he pasado de explicar, p