Mientras vivimos pensamos y en eso planeamos. Suceda o no
tal como lo ideamos el destino ocurre. Ese Planear para el cual un montón de
personas se han propuesto como instructores de vuelo es, me dirá usted, una
sencilla equivocación de significados del término, ya que los planes referidos
son proyectos y no aleteos desesperados de polluelo surcando el éter. No
obstante, me veo en la obligación de hacerle notar con que rapidez identificó
los instructores a los que referí. Y a pesar del recelo que nos provocan sus
enseñanzas son las únicas referencias que tenemos a la hora de buscar un modelo
en el que encajar. Lleva implícita una retroalimentación esta elección de
modelo ya que es gracias a ésta que generamos el deseo. El norte al que apuntamos nuestra brújula en
el eterno migrar entre edades, diferentes cielos.
Insisto entonces en la legitimación del término Planear
según ambas acepciones propuestas y a
tal fin invito a que piensen el planeta tierra como una pelota de tenis
(oblonga) que viaja desde vaya saber que raqueta hacia ni me imagino que red
surcando el universo. Bien en esa pelota todos y cada uno de nosotros somos
como motas de polvo que el gran golpe no ha logrado sacudir aun de su
superficie. Viajamos por el espacio en una nave llamada tierra. Flotamos de
hecho en la nada.
Planeamos pienso, ¡qué vivo!, la idea del mago era elevar al
público con la magia de un texto tosco o hechizo lúdico.